Che Guevara, 49 años de su ejecución

Un pensador, político, médico y luchador por la reivindicación de los pobres, hijo de Ernesto Guevara y Celia de la Serna, Ernesto Guevara, Che, eligió un camino distinto al que muchos podrían imaginar para él dada su privilegiada posición económica.

Pudo ser abogado, pero se interesó por la medicina y por la política. La Guerra Civil española lo puso en contacto con la realidad política y social del mundo y un recorrido de 4 mil 500 kilómetros por las regiones más pobres de Argentina le abrió los ojos ante la desigualdad.

La medicina fue el puente para alcanzar lo que sería su destino: hacer la revolución para lograr un cambio social en América Latina. Pero el periodismo lo acompañó durante toda su vida, incluso durante sus largos días de lucha en la Sierra Maestra, en Cuba.

El Che veía la injusticia. Era un marxista autodidacta que luchó por el socialismo para reemplazar al capitalismo, «el deber de todo revolucionario es hacer la revolución».

En 1955, durante un viaje a México conoció a los hermanos Fidel y Raúl Castro y se enlistó como médico en la que sería la expedición Granma, que llevaría a un grupo de guerrilleros a luchar contra el régimen de Fulgencio Batista en Cuba.

Con ellos se enfrentó a la dictadura cubana y al vencer, la revolución le otorgó la nacionalidad cubana y le permitió participar hasta 1965 en la organización del Estado cubano, promoviendo importantes reformas políticas y sociales.

En un combate en la quebrada del Churo, Bolivia, Ernesto “Che” Guevara fue herido de bala en su pierna izquierda y posteriormente tomado como prisionero junto con Simeón Cuba (Willy). Posteriormente fueron trasladados a La Higuera, donde los mantuvieron detenidos en la escuela, en aulas separadas.

El 9 de octubre por la mañana el gobierno de Bolivia, anunció falsamente que Ernesto Che Guevara había muerto en combate el día anterior.

Simultáneamente llegaron el coronel Joaquín Zenteno Anaya y el agente de la CIA Félix Rodríguez. Después del mediodía el presidente René Barrientos dio la orden de ejecutar fríamente al Che Guevara.

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Apartes de la entrevista del periodista Claudio Gatti a Félix Ismael Rodríguez

Salí de la habitación, aquello estaba lleno de soldados afuera. Me dirigí al sargento Terán que sabía que estaba siendo de ejecutor de todo eso. Le dije: «Sargento, hay instrucciones de su Gobierno de eliminar al prisionero». Me puse la mano al nivel de la barbilla: «No le tire de aquí para arriba, tírele de aquí para abajo pues se supone que este hombre haya muerto de heridas en combate». «Sí, mi capitán, sí, mi capitán», dijo. Era aproximadamente la una de la tarde de Bolivia. De ahí entonces me retiré al lugar avanzado donde yo había fotografiado el diario y a la una y diez aproximadamente escuche una ráfaga pequeña.125

Mandé a Terán que cumpliera la orden. Le dije que debía dispararle [al Che] por debajo del cuello porque tenía que parecer muerto en combate. Terán pidió un fusil y entró en la habitación con un par de soldados (…) y anoté en mi cuaderno: hora 13:10 del día 9 de octubre de 1967.

En 1977 la revista Paris Match entrevistó a Mario Terán quien relató del siguiente modo los últimos instantes del Che Guevara:

Dudé 40 minutos antes de ejecutar la orden. Me fui a ver al coronel Pérez con la esperanza de que la hubiera anulado. Pero el coronel se puso furioso. Así es que fui. Ese fue el peor momento de mi vida. Cuando llegué, el Che estaba sentado en un banco. Al verme dijo: «Usted ha venido a matarme». Yo me sentí cohibido y bajé la cabeza sin responder. Entonces me preguntó: «¿Qué han dicho los otros?». Le respondí que no habían dicho nada y él contestó: «¡Eran unos valientes!». Yo no me atreví a disparar. En ese momento vi al Che grande, muy grande, enorme. Sus ojos brillaban intensamente. Sentía que se echaba encima y cuando me miró fijamente, me dio un mareo. Pensé que con un movimiento rápido el Che podría quitarme el arma. «¡Póngase sereno —me dijo— y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!». Entonces di un paso atrás, hacia el umbral de la puerta, cerré los ojos y disparé la primera ráfaga. El Che, con las piernas destrozadas, cayó al suelo, se contorsionó y empezó a regar muchísima sangre. Yo recobré el ánimo y disparé la segunda ráfaga, que lo alcanzó en un brazo, en el hombro y en el corazón. Ya estaba muerto.

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En este lugar fue expuesto el cuerpo sin vida del líder revolucionario. En la actualidad el sitio es conocido como el Mausoleo o Memorial del Che Guevara.

 

Fuente: Telesur

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