– Primera Entrega –
“Cambié la harina de hacer pan, por el polvo blanco que encontré en esta ‘olla’”, así describe Luis Eduardo Tordecilla, de 34 años, su grave adicción a las drogas, que lo llevó a dejar una vida cómoda y tranquila como panadero, para terminar en un mundo donde a veces dice sentirse asfixiado y sin salida.
Sus días transcurren en Playa Brígida. Allí, junto a decenas de hombres y mujeres que, como él, son adictos, vive en medio de olores paupérrimos y condiciones deplorables, escenario que contrasta con los hermosos atardeceres y la maravillosa vista que desde este punto tiene el río Sinú. Él tiene la esperanza de algún día volver a llevar una vida normal.
Luis Eduardo Tordecilla nos cuenta su historia. Asegura que a veces se siente mal por seguir allí, especialmente cuando recuerda a sus dos hijos, de 9 y 14 años, Sebastián y Eduard: “Los tengo a ellos, a mi madre; pero, el dilema está en que la droga me relaja y me hace olvidar mis problemas”, dice.
Es bachiller y prestó el servicio militar. Durante cuatro años estuvo sin consumir drogas, pero desde hace seis meses recayó. “A mis compañeros los veo en peor estado y me cuestiono porque sé que puedo llegar a verme así como ellos”, afirma.
-Playa Brígida, que históricamente fue un puerto maderero en Montería, a la altura del barrio Sucre, es hoy foco de indigencia, drogas y pobreza, un lunar que no ha desaparecido de la ciudad, pese a la notoria transformación urbanística que ha vivido Montería en los últimos años.-
Al preguntarle si ha robado para conseguir dinero y poder comprar drogas, responde: “No haría nada que perjudique a mi país. Cuando estoy en trance soy el mismo, pero alterado”.
El dinero para obtener la droga lo consigue mendigando en las casas, mintiéndole a la gente con el pretexto de que es desplazado.
Ha tenido tres mujeres y a todas las ha perdido por su adicción. La primera que tuvo, a los 17 años, lo traicionó con su mejor amigo y eso, según él, fue el detonante para buscar refugio en las sustancias alucinógenas.
Luis Eduardo asegura que lo más difícil que ha vivido como habitante de la calle es ver a las mujeres cambiar su cuerpo por drogas. Afirma que nunca ha estado con ninguna de ellas, que no se siente capaz. “Las mujeres con las que he estado son muy bonitas, yo no estaría con ninguna de las que hay aquí en Playa Brígida”, dice.
La familia de Luis Eduardo vive en el barrio La Pradera. A ellos los visita con cierta frecuencia: “Demoro quince días en reponerme, en verme bien. Cuando me siento en condiciones vuelvo a mi barrio y me veo tan normal que todos me preguntan si ya me ajuicié”.
«La curiosidad mató al gato»
No muy lejos de Luis Eduardo Tordecilla, está la historia de Eduardo Enrique Jiménez López, un joven monteriano que llegó a consumir drogas solo por saber qué se sentía. “La curiosidad mató al gato y pequé. Hace 10 años mientras trabajaba como escolta probé el basuco y me gustó”.
Sin embargo, antes de consumir esta droga probó la marihuana en la época en la que prestó el servicio militar en Cundinamarca. Asegura que fumar esta planta, que para muchos es la mejor medicina de moda, no le causó ningún tipo de adicción. Hecho contrario al basuco, droga que afirma: “lo hace vivir pleno”.
Su adicción se agudizó cuando conoció a una excompañera sentimental en Apartadó, también consumidora. “Una mujer viciosa te pide droga y si no se la das, se busca a otro y tú no vas a permitir ella se vaya con otro, entonces toca recurrir a lo más fácil: robar”. Esta situación lo llevó a pagar 32 meses de cárcel por hurto y desde entonces no ha vuelto a tener una pareja, asegura que en esta vida no se puede tener mujer.
Él cuenta con el apoyo de su padre, de quien dice, vive muy bien económicamente y todos los días en la mañana llega hasta el puente Segundo Centenario en su carro a dejarle 10.000 pesos para que tenga con qué comer. Eduardo Enrique que usa el dinero para consumir drogas y alimentarse.
Su papá lo inscribió en una fundación a la que espera ingresar pronto: “Yo de cierta manera no quiero salir, pero quiero darle una oportunidad a mi cuerpo, es mi cuerpo quien no quiere porque se siente bien”.
Junto a Eduardo Enrique Jiménez llegan diariamente a Playa Brígida alrededor de 80 personas de la calle a consumir droga. Ellos se reúnen en diferentes puntos del sector.
Hay noches en las que siente deseos de salir corriendo de ese mundo enfermizo recuerda esta oración que su mamá le enseñó: “Con Dios me acuesto, con Dios me levanto, que la Virgen Santísima me tape con su manto, y me libre de miedo y espanto. Amén”.
Eduardo Enrique envía un mensaje a los jóvenes que en estos momentos están siendo tentados por el ‘bicho de la curiosidad’. “La vida es bella, no la dañen con el vicio, aunque no lo crean esta vida no es vida, y la curiosidad es lo peor, solo por querer probar”, concluye.
Playa Brígida, una de tantas
Según el coronel Carlos Humberto Rojas Palomo: «En lo que va de 2016, el Comando de la Policía Metropolitana, en coordinación con la Policía Judicial y la Fiscalía, ha capturado a 17 personas por orden judicial y ha hecho 76 capturas en flagrancia por el delito de narcotráfico, flagelo latente no solo en Playa Brígida, sector demarcado como zona de distribución, sino también en el sur de Montería, Margen Izquierda, barrios Los Araújos, La Candelaria y otros sitios en los que con frecuencia se realizan allanamientos».
No obstante existen varias estructuras que comercializan estupefacientes. Algunas de ellas vienen siendo judicializadas y otras, como ‘la banda de la calle 41 de Montería’, han sido desarticuladas.
Debido a la complejidad de este fenómeno, la Policía Metropolitana articula su labor con la Administración Municipal y con el nuevo Código de la Policía, trabajo mancomunado con el que se han demarcado zonas de consumo para no afectar el entorno de las comunidades.
Una mirada psiquiátrica del problema
El común denominador de los pacientes tratados por drogadicción es el consumo de marihuana, considerada por los psiquiatras como «el alucinógeno de iniciación al mundo de la adicción».
Yaneth Silva Perea, psiquiatra con maestría en Salud Mental Pública y Epidemiología, coordinadora científica de la Unidad de Vida, en Montería, lugar donde son tratados pacientes con adicción, asegura que el caso que más la ha impactado es el de un niño de 8 años adicto a la marihuana. “Como agravante, el menor vendía la droga, hecho por el cual resultó aprehendido por la Policía de Infancia y Adolescencia. Sumado a esto, vivía con su abuela y su hermana mayor, quien también comercializaba alucinógenos”, explica la galena.
En la Unidad de Vida tratan a dos tipos de pacientes: los derivados de la consulta externa y los que requieren hospitalización. Los primeros son aquellos con tratamientos ambulatorios y los segundos son casos agudos con síndromes de abstinencia, cuadros psicóticos, ansiedad, trastornos del sueño: síntomas que no pueden ser tratados con psicoterapias, sino con medicamentos.
Pese a que muchos adictos creen que ninguna droga conlleva a otra, la psiquiatra desmiente la afirmación. “Por lo general los pacientes inician con la marihuana y esto los lleva a consumir otras drogas”.
La especialista explica que no hay una sustancia más fuerte que otra y que cualquiera puede desencadenar en una enfermedad mental. «Hay quienes consumen cocaína toda su vida y no les pasa nada, pero otros con un solo consumo pueden hacer un cuadro psicótico, esquizofrénico o de bipolaridad», asegura.
Los tratamientos para los pacientes con problemas de drogadicción están sujetos a las recaídas. En términos psiquiátricos se habla de “remisiones parciales”, ya que es complejo hablar de una cura total.
Destacado: Playa Brígida recibe este nombre debido a que antiguamente una mujer llamada Brígida vendía tintos y comida en el sector. Su nombre se popularizó y se convirtió en referente para el lugar.
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