¡Historias que inspiran! Rafael Darío Lozano, embolador de sueños y ejemplo de tenacidad

En nuestras historias que inspiran presentamos a Rafael Darío Lozano, un hombre trabajador que ha dedicado gran parte de su vida a lustrar zapatos. Este famoso embolador, nos contó parte de su historia y cómo se adapta al cambio en estos tiempos de pandemia e informalidad.

En el que en años atrás, fueron las torres más altas de Montería y al lado del majestuoso río sinú, se ubican los encargados de que los zapatos de los monterianos luzcan relucientes y brillosos ante el imponente sol de la capital de las golondrinas, la ronda del sinú y los zapatos bien lustrados.

La historia de hoy la protagoniza Rafael Dario Lozano, embolador de profesión y magíster de la zapatería, quien en sus inicios con una caja de madera y recorriendo diferentes ciudades se hizo el nombre de embolador y al día de hoy acumula más de 30 años en el oficio.

En sus inicios la vida lo llevó por diferentes ciudades cómo Barranquilla, Santa Marta y Cartagena y en lo que hoy es diestro, algún día hace 30 años atrás, le tocó aprenderlo viendo a los expertos en ese tiempo e ingeniandoselas para entrar en el mundo de los emboladores y ganarse la vida de esta manera.

La vida, así como para muchos, para Rafael no ha sido fácil; como él mismo relata, en un principio le tocó empezar con una pequeña caja en las que se vendían velas y adaptarla para meter sus cepillos y ceras, así logró el plante para seguir el camino de una labor que le ha ayudado a mantener a su familia e hijos durante décadas, en tiempos buenos y malos.

A la edad de 20 años llegó a Montería e instaló su puesto de lustrado en las que por mucho tiempo han sido un icono y referente de nuestra ciudad, debajo de las torres Garcés y junto a otros compañero, esperaban que salieran los profesores, abogados y residentes de las torres que llegaban a dónde Rafael a dar el último retoque a sus zapatos antes de salir a las polvorientas calles de la vieja Montería.

Los años han pasado y las calles polvorientas ya tienen pavimentó, la avenida 20 de Julio al lado del río se convirtió en la ronda del Sinú y el parque lineal se extendió, las torres Garcés dejaron de ser el edificio más alto y el norte se creció, sin embargo Rafa no cambió su puesto y año tras año ganó más experiencia y más clientes, que veían donde el a qué le dejarán relucientes su calzado.

Por las laboriosas manos de Rafael han pasado los zapatos de policias, politicos, comerciantes y hasta tinteros y como dice el: cuando el trabajo como embolador no cae le toca hacer de zapatero, Rafa siempre ha tenido claro que su misión en la vida es sacar adelante a sus hijos ya que expresa que aunque ve su trabajo como uno honrado, no quiere que sus hijos sigan su camino,sino que estudien y puedan ser unos profesionales. Por eso, ya sea de lustrabota o zapatero, él llevará el sustento a su familia para que juntos salgan adelante.

Algunos de sus clientes lo han acompañado desde los inicio de su laborar y aun al dia de hoy esperan el turno para ocupar esa silla con aires de trono y poner sus zapatos en el cajón de bolero de Rafael.

Dicen que los monterianos si no saben se las inventan y Rafa, como le dicen sus allegados, no es la excepción, en tiempos de pandemia en los que reinaban las calles solitarias y el encierro se llevó el trabajo de muchos, a rafa se le prendió el bombillo cargo sus cepillos y ceras y se llevó su caja a hacer domicilios. Ya fuese embolando, limpiando o arreglando los zapatos de los clientes que frecuentaban su puesto, Rafa seguía llevando el sustento a su hogar y con el entusiasmo de siempre, se ofrecía a hacer los mandados y las compras de las casas donde llegaba.

Con más de 30 años y experiencia en un oficio que existe desde tiempos medievales, Rafael ya es todo un maestro de las ceras, el betún y los cepillos.